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SENSE8

  • EVA ALÓS
  • 5 jul 2018
  • 3 Min. de lectura

Una oda a la libertad

Después de un largo año de espera, la aclamada película de Sense8 con la que se cierra la serie ha llegado a nuestras pantallas a través de Netflix. Como no podía ser de otra manera, las hermanas Wachowski (directoras de Sense8 y de la conocida saga Matrix) han hecho un final apoteósico, convirtiendo una película de ciencia-ficción en un manifiesto por la libertad sexual, racial y sentimental.

Para aquellos que no sabéis de qué va la cosa, Sense8 es una serie de Netflix que ha contado con dos temporadas, cancelándose después de la segunda por el gran coste que tenía su producción. Si ya sabéis un poco cómo son los americanos, no os sorprenderá que no se resignaran con facilidad y que llenaran de quejas las cuarteles de Netflix, algo que a mí no se me ocurrió hacer a pesar de la gran indignación que sentí al ver que una de las mejores producciones de Netflix se archivaba con mil interrogantes abiertos.

La película, con una duración de dos horas y media, demuestra una vez más la maestría de sus directoras para hacernos reír, sorprendernos y mantenernos en vilo con un argumento que ha sido complicado desde el primer capítulo pero que poco a poco se va cogiendo.

Ahora sí, pongámonos técnicos. A parte de la magnífica historia que se cuenta en la serie y que se podría describir como una oda a la diversidad, el script también cuenta con muchas joyas, a parte de las conversaciones banales que se requieren en todo film, los diálogos son rápidos, dinámicos y, muchas veces, profundos como en pocas series. Grandes frases que seguramente no pasarán a la historia, pero que pueden dar a tu día otra dimensión. Una de mis favoritas de esta película es “Impossibility is just a kiss away from reality”, entre otras que no tuve tiempo de apuntarme porque estaba demasiado metida en el plot. Simplemente el hecho de que Sense8 abogue que todos somos iguales, que debemos luchar por nuestra libertad y que no importa a quién amemos ni cómo, a mí ya me ganó desde el principio. Además, Miguel Ángel Silvestre aparece en la serie con un papelazo (actor de telenovelas en México incapaz de salir del armario por presiones culturales).

En lo que respecta a los planos, hay un uso consecuente con la escena y se busca mucho la expresión facial con planos detalle. Al ser una serie con 8 protagonistas en el que cada uno vive en un país y en el que se pueden visitar -cuando se visitan aparece todo el cuerpo de la otra persona como si estuviera ahí-, ya os podréis imaginar la riqueza y la variedad de los escenarios con los que se contó. Hay que resaltar que la cantidad de escenas de sexo (de buen gusto) gays, algo a lo que en España no estamos acostumbrados y que a mí me encantó, pues sigue su filosofía de naturalidad y diversidad, no el típico foco heterosexual que solemos ver en España, donde las personas homosexuales como mucho se besan.

Hace falta hacer especial hincapié a la banda sonora, canciones como la de What’s up de 4blondes, The World Spins Madly On de The Weepies y muchas más en las que se transmitía la diversión, la locura, la angustia, la incertidumbre, el enfado y muchas de las facetas humanas que tenemos. Yo diría que estos han sido los tres pilares esenciales de esta saga (¿lo puedo llamar saga?) que la han hecho excepcional e irrepetible.

PD: Para aquellos que no sepan de qué va, solo os diré que son 8 personas de países distintos que renacen (en un nivel metafísico) como Sensate. Un sensate es una persona genéticamente avanzada que está conectada a sus hermanos y que tiene la capacidad de compartir sus capacidades y emociones. Ocho personas que, de repente, se convierten en una.

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